La luz del fuego titila naciente de un cirio y se vuelve el más sencillo y cálido abrigo de la memoria. Un abrigo que va tomando forma y se hace certeza, en la medida en que quienes nos negamos a olvidar, enhebramos fortaleza, convicciones y el recuerdo vivo de nuestros seres queridos.
Esa es la reflexión que nos deja el taller de bordado que el Área de Educación de Memorial Paine impulsó el fin de semana último junto a un grupo de familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados de Paine. Una actividad íntima y emotiva que se circunscribió a las distintas iniciativas que se materializaron como parte del Día Internacional de los Derechos Humanos.
Un altar fue la simbólica y profunda referencia para un ejercicio de memoria que convocó emociones, conexiones e ideas tangibles de lo que fueron esas vidas que recordamos en Memorial Paine.
“Construimos un altar, consagramos velas y nos reunimos en torno a la memoria, a compartir algunas palabras y risas, también las memorias tristes, los miedos. De corazón agradezco la experiencia y la apertura de les participantes. Gracias por su incansable labor, por crear estos espacios tan necesarios para la reparación y justicia para les familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados víctimas de la dictadura militar. Sin memoria no hay justicia”, comentó Catalina Cortés, quien dirigió el taller.
Puntos para conectar
Hilos de colores, agujas y las certezas permitieron hilvanar un ejercicio de reconstrucción íntimo y valioso. Ayudó a situarse desde este presente de la historia y abrazar los sueños que movieron las vidas del campesinado, en aquellos años de trabajar colectivamente la tierra para una vida en dignidad.
“El taller me permitió conectar con mi abuelo desde el arte. Al elegir la posición de la figura y el color con que la bordaría quise destacar emociones que él me evoca. A mi abuelo no lo conocí, pero su historia me moviliza y posiciona desde el amor y el arraigo”, dice Paulina Maldonado, nieta de Carlos Chávez, painino ejecutado el 18 de septiembre de 1973 en el sector de Cullipeumo.
Cada puntada estuvo cargada de memoria. El hilo recorrió ese abrigo llamado recuerdo y hasta permitió reconstruirlo en base al relato de otros/otras, como es el caso de Amparo Gaete, quien dice que se ha ido formando una imagen de su papá, a partir de los comentarios de personas que lo conocieron.
“Me hace sentir orgullosa de ser su hija. Yo trabajé con la imagen de una golondrina con un corazón al centro. La golondrina viene a ser mi padre y ese corazón que siempre está latente entre nosotros”, comenta Amparo, hija de Luis Gaete Balmaceda, detenido y hecho desaparecer en octubre del ’73.