Mosaicos

Cada mosaico que compone Memorial Paine, Un lugar para la Memoria, es un pequeño homenaje de los familiares a las víctimas, donde sus parientes plasmaron la intimidad y la vida pública de setenta hombres. Las familias asumieron la construcción de estos setenta mosaicos como una posibilidad de reencontrarse con sus familiares ausentes.

La construcción de los setenta mosaicos, que representan las ausencias de las setenta víctimas, se inició en el año 2005, gracias a la colaboración del Colectivo Santiago Amable y otros profesionales que estuvieron a cargo de transmitir la técnica del mosaico a la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Ejecutados (AFDDyE) de Paine.

Dicha actividad de construcción se dio en medio de jornadas alegres y distendidas, que demostraron cómo el ejercicio del recuerdo no es, necesariamente, una experiencia dolorosa. Las nuevas generaciones – sobre todo – tuvieron la oportunidad de conocer y preguntar quién era y cómo era ese familiar – abuelo o tío – que es mencionado como “desaparecido” o “ejecutado”. Es por ello que sabemos que la confección de los mosaicos trascendió a lo material, cumpliendo una función identitaria al interior de cada núcleo familiar que se re-conoció a sí mismo a través de estos integrantes “ausentes”.

Los setenta mosaicos permiten – en términos generales – hacer una representación en tres niveles: personal, familiar y colectiva. A nivel personal, los diseños resaltan la memoria del desaparecido o ejecutado, imprimiendo escenas de su vida, de sus gustos, de sus valores y de sus ideales. A nivel familiar, se expresan imágenes que representan a los hijos, a la mujer embarazada, a las viviendas que habitaron y los lugares que las víctimas y sus familias compartieron.

Por último, a nivel colectivo, los setenta mosaicos reflejan también el entorno político y social en el que está inserta lucha campesina por la tierra y la dignificación del trabajador rural, consignas que hicieron suyas los campesinos durante las décadas de los sesenta y los setenta en Chile. En consecuencia, a nivel colectivo los mosaicos nos entregan una imagen del campo, del sistema productivo, de los símbolos identitarios de una comunidad rural, y de la lucha política y sindical del trabajador painino, lucha que se sintetiza en la consigna de “La tierra para el que la trabaja”.

Estas distintas dimensiones y formas de representar a las víctimas hacen de Memorial Paine un espacio que invita a la reflexión, la observación y la crítica hacia el pasado reciente, a través de la herida abierta de la violación a los derechos humanos. Pequeños detalles comunican mucho, y es interesante observar la creatividad de las familias al aplicar diversas técnicas para transmitir diferentes mensajes.

Los mosaicos invitan a interpretar y reinterpretar libremente cada uno de ellos, partir de la propia experiencia de quien los observa, devolviendo a la vida – de forma simbólica – a quienes fueron asesinados por sus ideales. En consecuencia, los mosaicos de Memorial Paine, Un lugar para la Memoria, son una invitación al aprendizaje personal y colectivo, al debate de las ideas y a la construcción cultural y artística. Por ello, cada nueva visita es también una nueva experiencia en torno a nuestras ideas sobre la historia, la cultura, el arte y la comunidad.