Junto a la comunidad painina conmemoramos el 11 de septiembre, entre velas encendidas, claveles rojos, pancartas con rostros y consignas, música de resistencia y una profunda emoción colectiva. Han pasado 52 años desde el Golpe de Estado que quebró la democracia en Chile, y aún sentimos las heridas abiertas que dejó el terror, la violencia política y la negación de la dignidad humana.




No fue solo un cambio de gobierno: fue la imposición del miedo, la desaparición forzada, la tortura sistemática, el exilio, el silenciamiento y la impunidad. Fue el intento brutal de borrar sueños, ideales y luchas, especialmente de quienes imaginaron un país más justo, más digno y más humano. Muchos de esos sueños quedaron truncos, pero no olvidados.






Hoy, frente a un Chile donde aún se relativiza el horror, donde algunos justifican lo injustificable o niegan lo innegable, encendemos estas velas como acto de memoria y resistencia. Porque no se trata solo de recordar, sino de exigir: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.




Sin embargo, también hay esperanza. En cada rostro joven que pregunta, en cada madre que sigue buscando, en cada comunidad que se reúne a conmemorar, en cada canción que se canta a viva voz. La memoria no es solo pasado, es también futuro. Y en esa memoria activa encontramos la fuerza para seguir adelante, para construir un Chile donde nunca más el miedo le gane al amor, donde nunca más la violencia destruya la democracia.






Por quienes ya no están, por quienes resisten, por quienes vendrán: memoria, verdad y justicia, ahora y siempre.